Roberto Hernández, gestor cultural de la comuna de San Miguel, declara sufrir una especie de daltonismo que le dificulta categorizar los colores. Sin embargo, él junto a David Villarroel, antagónicos en apariencia, como el lado A y lado B de una nueva guerrilla cultural, son los encargados de organizar un nuevo modo de vivir el barrio, un barrio que de la mano de grandes grafiteros y muralistas se ha convertido hoy en un museo de puertas abiertas: se trata de la población San Miguel y del Centro Cultural Mixart, del que Roberto y David son responsables.
San Miguel es una comuna emblemática para Chile, no solo fue el telón sobre el que se dibujó la infancia dePedro Lemebel y Los Prisioneros, sino que el año 1988 fue escenario de una de las concentraciones pro-democracia más grandes de la historia, un millón de personas se reunieron –en Departamental-, a exigir un plebiscito que pusiera fin al largo período de la dictadura. Hoy, más de una veintena de enormes muros se levantan en colores, dando a una ciudad que parecía apagarse, un nuevo pulmón de unión comunitaria y arte que se enciende no sólo para Chile, también para el mundo.
Nos encontramos con Roberto y David en Mixart, sede del centro cultural a cargo de este proyecto.
-¿Cuál es el germen de esta propuesta de arte al aire libre?
DV: Lo principal fue el tiempo, teníamos tiempo libre, nos juntábamos a conversar cómo mejorar nuestro entorno y nuestra calidad de vida, aquí en la población. Yo, paralelo a eso, ya estaba en actividades sociales, culturales, y había pintado murales, así que ya estaba la idea de pintar un mural; Roberto es más soñador y pensó en todos los departamentos.
-¿Cómo fue el proceso de encontrar apoyos?
DV: El hecho de vivir en la comuna, el apoyo de la familia, todo detonó en una red de contactos y amigos. Luego buscar apoyo en la comunidad fue un poco más complicado, porque había gente que veía un mural como algo que podía estigmatizar la población con lo político o con lo narco.
RH. Hubo también gente que no se oponía, pero que no quería apoyar porque no entendían el cómo se estaba gestando el proyecto, pensaban que lo mejor hubiera sido pintar los edificios de un solo color, sin murales. El tema es que acá se estaban comprometiendo fondos específicos al arte y la cultura, no son fondos de subsidios o de empresas, y en eso estuvo el conflicto. Ahí está la diversidad, son distintas visiones.
DV: Hubo que decidir quiénes realmente tenían que resolver si se pintaba o no su muro, si el edificio completo o las personas que estaban directamente afectas al muro. En un momento se decidió por alcaldía que sólo se pidieran las firmas a la gente involucrada directamente, y eso disminuyó de 400 a 100, pero de todos modos entre esos 100 apareció uno que no quería. Esos muros no están pintados. Hay algunos que se van a pintar pronto.
-¿Cuál ha sido su relación con el Municipio? Vimos en algunas entrevistas que hace un par de años el alcalde de San Miguel prometía áreas verdes para complementar este Museo ¿Han existido avances?
DV: En la esencia del Museo, estamos los dos, Roberto tiene la diplomacia, lo que yo no tengo, él dialoga, a mí me gustan las respuestas exactas, si es negro es negro, Roberto llega a los matices. Él tiene la paciencia de esperar y esperar. Hace dos años corre esa promesa, está en Youtube. Junto a eso, corre el rumor de que va a pasar el Transantiago y que expropiarían esos terrenos, por lo que se dice que no se haría un parque. Pero también dicen que si se hace un parque, se puede exigir al Transantiago, al momento de expropiar, la entrega de otro. La política es lenta, estanca un poco los compromisos.
RH: Nosotros deberíamos decirle a la comunidad que estamos en los murales, los eventos culturales, pero que es el Municipio quien está a cargo de las áreas verdes, porque escapa a nuestras manos, esto necesita más organización. Nosotros hemos sido voceros de ellos, eso ha sido frustrante, es parte de las alianzas que se hacen. Hoy, sin haber un problema real, porque no nos han cortado las manos, para nada, tenemos un apoyo que es muy bien evaluado, por lo que algo tan simple no debiera ser tema, pero igual hay un poquito de insatisfacción. Hacerlo es muy simple, ganamos todos, gana la población, gana el Museo, gana el alcalde.
-¿No es estratégico el sector para la alcaldía?
DV: A esta comuna le quedan, creo, dos poblaciones, el resto son condominios o casas particulares. Somos donde más votantes hay reunidos, es un sector importante, y no solo para la comuna, hoy nos conoce gente de todo el mundo, saben de nosotros en China, en Europa, en Estados Unidos, en todo Chile.
-¿Cuál es la idea con que Mixart ve el arte dentro de la población San Miguel?
RH: Estos cabros chicos, los nuestros, los de los vecinos, se van a criar en un ambiente que nosotros no tuvimos. Van a tener una escuela, un recordatorio diario de las cosas geniales que hay afuera. Yo he vivido toda mi vida acá, 45 años, y me acostumbré a ver los edificios grises, llenos de afiches, rayados, a tener escombros en Departamental… aun así las cosas han estado bien, siguen funcionando, hay donde llegar; entonces, sin darnos cuenta, el hecho simple de decir que hagamos murales en la población gatilló una serie de nuevas posibilidades. Hoy día ya no se trata de embellecer la población para que esté más linda, que esto propicie más limpieza u otras mejoras, sino que nuestros hijos se van a criar en un ambiente distinto al nuestro, hemos cambiado una realidad, aunque sin querer: la modificamos.
-Los muralistas y grafiteros que han dejado su huella en San Miguel son de los más connotados en el ámbito mundial, nombrando a ROA, que tiene murales en Nueva York, en Varsovia y ahora en San Miguel ¿Cómo llegaron a él?
DV: Roa vino a Chile una semana, venía por casualidad o por un llamado de la energía. Él tenía que ser padrino de una guagua en Valparaíso. Como el mundo del muralismo y el grafiti es pequeño, hay muchos artistas de aquí que ya tienen una connotación internacional, alguno de esos artistas le comentó, estando en Europa, al Mono González que este artista venía. Así empezamos a averiguar, él enganchó, lo fuimos a buscar. Roa estuvo tres días en la población, en esos tres días pintó un caballo, ese también fue un proceso difícil. Este proceso nos hizo entender que el Museo ya no nos pertenece, ni a nosotros como centro cultural, ni a la población.
Roa envió tres bocetos, si uno ve su arte, no es fácil para una persona de población ver animales muertos en sus paredes, ese es el arte de Roa, tiene mucho que ver con la vida y la muerte, y con la opresión que viven los animales, el dolor. Dos edificios rechazaron el boceto, porque era muy gris, o porque era muy fuerte. Roa tampoco interviene los fondos, los deja tal cual, entonces los vecinos esperaban que alguien llegara a terminarlo. Acá te das cuenta que esto va más allá, que es algo más grande que un proyecto de una población, llegamos a un nivel en el que estamos al nivel de grafiteros mundiales, esto porque los grafiteros y muralistas que están con nosotros en Chile, son de primera.
-¿Cómo toca lo que ustedes están levantando en San Miguel al resto del país?
RH: Rompimos un circulo vicioso, logramos demostrar que se podía, que no era difícil. Un círculo vicioso maldito de las poblaciones antiguas, aún peor las nuevas, con la nueva ley de copropiedad, con esa ley hubiera sido imposible hacer las actividades musicales que hicimos, no hubiéramos podido hacer los murales. Eso es un tema, en la población no solo tenemos la historia, una historia de 50 años, sino que también una facultad que muy pocos hoy día gozan y no la sabemos aprovechar, porque la ley de copropiedad si bien es para todos, nosotros no nos basamos en eso, hay otro nivel de libertad, capacidad de interactuar. A pesar de eso estábamos permitiendo que todo siguiera igual. El Museo es un ejemplo del ímpetu, de la paciencia, de que unos pocos con paciencia y sin rendirse pueden romper un círculo vicioso.
-¿Qué es lo que viene ahora?
RH: Complementar todo este trabajo, y ojalá ser tomados como ejemplo, no por un tema de ego, por un tema de sensatez: hay tanto que se puede hacer en lugares como el nuestro, y el tema no es complicado, hay que ser paciente no más. La población nunca va a ser lo que era, nunca más, todo lo contrario, es como una bola de nieve que no debiera parar. Ahora hay que pintar los edificios, hacer mosaicos en las plazas, esto no tiene que parar, nuestra población yo creo que va a ser la más linda de Chile.
DV: Hoy queremos tener un espacio multicultural, tener teatro, cine en la población. Nosotros queríamos emular la idea que habíamos visto en otros lugares. El nombre es un centro cultural que existía en Francia, un edificio okupa que luego tuvo mucho apoyo y que toda la semana tenía una cartelera, eso queremos hacer acá. Los murales han sido la mejor excusa, y hemos traído pasacalles, música. Nuestra idea es todo hacerlo de la mejor calidad.